Cuando uno se entera del embarazo del segundo hijo recibes la noticia como quién ya sabe lo que le espera.
Mate González Jaime
En teoría, piensas tú, no hay misterios. Te sabes las curvas del camino, los baches, las subidas y las bajadas. Crees que podrás hacer el recorrido con los ojos cerrados… Por eso muchos dicen que el segundo se disfruta más, hay menos miedos, por lo menos el miedo a lo desconocido ya no está.
Y esto es verdad, pero solo en parte. Porque ese segundo ser está construyendo su propia historia, desde el mismo momento de la gestación. Entonces todo es nuevo.
A diferencia del primer embarazo, el miedo a lo desconocido se cambia por la culpa.
¿Cómo voy a poder atender a dos? ¿Mi hijx mayor cómo lo va a tomar? ¿Cómo se ama a dos?
Te vas cuestionando mientras te crece la panza y al mismo tiempo tu primer gran amor se va haciendo mayor.
Luego llega el momento del nacimiento. Allí fue donde yo de verdad me rompí, por segunda vez.
El primer hijo suele llegar y derrumbar el sentido de control que tenemos. Pues bien, el segundo viene a bailar joropo sobre esas ruinas.
Y la lactancia, que en teoría debería ser un paseo porque ya diste la teta antes… Vuelve a ser un aprendizaje. Es una nueva boquita que tiene que acoplarse, un nuevo descubrir.
Las madrugadas se repiten en esa densa oscuridad, aunque todo es nuevo.
El olor de la cría, sus ruiditos, tu cuerpo, la presencia del hijo mayor que se está descubriendo como un ser que ahora comparte el amor de Mamá/Papá, la dinámica de la pareja que quizá ya habían reencontrado un espacio para ser de nuevo 2...
Todo se revuelve. Vuelve a ser todo nuevo… Porque ese es el milagro de ese ser que decidió venir: contará su propia historia.
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