Soy mamá a tiempo completo, gerente de casa y mamá trabajadora.
Antes de nacer mis hijos, yo tenía un trabajo de oficina que acompañaba con la docencia universitaria y con asesorías a diversas marcas. Me sentaba en mi escritorio, música de compañía y me entregaba a la producción intelectual, sin interrupciones.
Cuando decidí dejar mi trabajo de oficina para dedicarme a la crianza, mi papá me dijo: “No te vayas a quedar todo el día en bata” Fue su manera de hacerme notar que lo mejor era continuar procurándome un espacio para la producción intelectual, porque él sabía que era muy importante para mí.
Pero trabajar y criar son dos actividades que requieren bastante flexibilidad para combinarse, así como dosis extra de creatividad, una cuota de ayuda y persistencia.
Como mis hijos son pequeñitos, ya mi rutina de trabajo no es sin interrupciones y difícilmente sea amenizada con una música diferente a la de las comiquitas o a la retahíla de “mamá-mamá-mamá”. Y cuando puedo escoger yo el soundtrack, suelo seleccionar el merecido silencio de la madrugada.
La verdad es que me he vuelto una artista en organizar mis espacios de trabajo, aprovechando los “huecos” que dejan mis chamos.
Por ejemplo:
- Una toma de teta es perfecta para responder algunos emails. Y si el otro niño está en esos pocos minutos sin movimiento porque está viendo un capítulo de los Paw Patrol, ¡siento que me gané el Nobel!
- Agendo mis reuniones según los ciclos de mis hijos: en las siestas, en el tiempo de pantallas o en el solaz después del almuerzo.
- Cuando los dos se van a dormir, ya entrada la noche remato algo que necesite de mayor concentración, generalmente la redacción de textos complejos. Trato de no estar más de dos horas en esto para dormir también.
- La teta de la madrugada es mi momento de mayor lucidez y creatividad. Es ahí donde escribo esta columna, por ejemplo.
He aprendido que mi productividad ya no se puede medir con la misma vara que hace unos meses, cuando era mamá de solo uno… ¡Y mucho menos como cuando no tenía hijos!
Lo importante es que miro con alegría los espacios de tiempo en los que hago mi producción intelectual, los honro y los exprimo al máximo. Lo disfruto.
Y sé que a medida que los niñitos crezcan podré tener más horas de silencio productivas y a dedicación exclusiva.