Lo vertiginoso de nuestros tiempos nos ha vuelto insensibles. Trabajo, comida, cuidar a los niños y vivir se ha vuelto una cotidianidad constante en la que como sociedad se nos ha impuesto que debemos ser perfectas, tanto en el aspecto físico, estético como mental. Donde quienes no alcancen tales grados elevados de perfección son lanzadas al anonimato. Hemos dejado lo humano a un lado, lo que nos hace realmente mortales, darnos cuenta que no todo siempre es feliz, el día malo también cuenta, todo es un equilibrio que pasa por darnos cuenta que somos humanos.
Es así como la vulnerabilidad democratiza, equipara a los seres humanos porque está ligada a su naturaleza. Lo frágil está presente en todas las personas. Por tanto, Tu, yo, nosotros somos frágiles y por ende vulnerables.
En la actualidad que vivimos, nos parece que el ser humano lo puede prácticamente todo. Estamos acostumbrados a recibir y a transmitir la idea de que con fuerza, tesón, trabajo y suerte, se consigue lo que uno se propone, todo es cuestión de voluntad y perseverancia. También la inmediatez de los resultados nos ha vuelto unos neuróticos.
Ser vulnerable es algo que nos conecta con lo que nos hace humanos. No pasa nada, si la sensación de desnudez te sorprende. Eso eres tú, tampoco pasa nada si te das cuenta de tu debilidad. Esa sensación de desnudez aparece en nuestros momentos de crisis, en esos momentos donde nuestras vidas nos obliga a mirar hacia el interior, los momentos de inseguridad y angustia que nos vuelven vulnerables.
Esos momentos además nos hace volver hacia ese niño que todos llevamos dentro, que por sentirnos muchas veces superpoderosos, dejamos de escucharlo. En él están las respuestas a las preguntas, él es nuestra vuelta a nuestra historia.
Es nuestro primer gran paso darse cuenta de la vulnerabilidad humana. Volver a observarnos para re-definir quiénes somos, ver cómo son nuestras relaciones; ya que aunque queramos ser independientes vivimos en un mundo basado en los vínculos, y además lograr un cambio de foco para empezar a ver esos momentos de vulnerabilidad como una oportunidad para encontrar ese propósito que guíe nuestras vidas.
Si logramos vernos sin juzgarnos en esos momentos de crisis en donde sentimos que el mundo se nos viene encima, lograremos empezar a ser protagonistas de nuestra propia historia; esa historia que nos dignifica y nos vuelve valiosos; entendiendo que todos esos momentos de vulnerabilidad me han construido y desde allí aprendí a cómo puedo moverme en el mundo.
Andreína Montilla
Psicóloga y psicodramatista. Experta en empoderamiento femenino
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