Beatriz Batita González, bloggera y creadora de contenido
Si hablamos de equipaje emocional, no estoy exenta de llegar a todos lados con una pesada maleta. Una maleta que con mi 1.53 de estatura cuesta muchísimo arrastrar y que está cargada de algo que suele robarnos el sueño: Las expectativas.
Sí, el ‘coco’ de los adultos, diría yo.
Esa mosca en la oreja que te interrumpe el café de la tarde, que te acosa de repente cuando ves tu reflejo en el espejo. Que se acuesta a tu lado en las noches y te recuerda que no estás donde deberías estar.
Corrijo: donde soñaste estar. Y lo confieso. Ese sueño me roba el sueño las más de las veces.
Porque miro a mi alrededor y hago el recuento de todas esas cosas que la Beatricita-Batita niña soñó y pienso que estoy a años luz de ahí. Y paso por ese filtro mis logros y no son suficientes. Y empiezo a sentir que tengo las manos vacías y que no lo lograré jamás.
Entonces respiro y me detengo. Y pienso de nuevo, con el corazón en la mano: ¿Esos siguen siendo tus sueños? ¿Qué es lo que te falta? ¿Es algo que quieres o que necesitas? ¿Qué anhelas o que te dijeron que ‘tenías que tener’?
Pienso de nuevo todas esas respuestas. ¿Debo tenerlas todas ahora mismo?
Y resuenan en mi cabeza las palabras de mi papá ‘’los treinta es la mejor edad de la mujer, es la mejor década’’. Y sonrío. Porque aunque apenas llevo un año surfeando esto, pronto serán 32 diciembres en la tierra y algún crédito debo darme.
Hago un recuento positivo: el trabajo, el podcast, mi casa, mis ideas, mi entorno. Pienso en esa fortuna que no es monetaria pero que genera sonrisas. Y trato de apagar el temor a punta de ciencia y fact checks.
La vida no es como la lista de la compra. No es un algoritmo perfecto de pasos que se concatenan y tú siempre le has hecho la guerra a esa gente planta que nace-crece-se-reproduce-se-muere.
Entonces sopesas todo:
¿La maternidad? Puedes ser madre o no serlo y vas a estar bien. No necesito un hijo para realizarme. Aunque me encantaría ser madre. Respiro hondo. Cuento hasta tres. Regreso a mí, a mis 31 años de ahora mismo. ¿Sería madre ahora? Ni a balazos. Pauso la cuenta. Volveremos a la maternidad cuándo nos sintamos listas.
¿Una pareja? Claro, amaría tener a alguien para hacer equipo. Para soñar. Crear. CRECER. Para ver el mundo desde otros ojos. Para vivir y experimentar cosas. ¿Tiene que ser ahora? No necesariamente. Pauso la cuenta. Lo que ha de ser será. Y si ese ‘será’ es soledad y mi propia compañía, pues bastante he trabajado en mí como para sentirme a gusto sola. Conmigo y nadie más.
¿Viajar? ¿Emigrar? Y es ahí donde todo me convoca… He invertido tanto tiempo en sobrevivir que no me he dado cuenta que afuera pasan cosas, que quiero ver qué ocurre en otros lugares. Quiero maravillarme en un museo. Mirar la vida con la ingenuidad de quien está descubriendo un plato nuevo. Quiero conciertos y playas, música y deportes. Quiero ir a muchos sitios. Tener y sumar experiencias. No verlo todo a través de una pantalla en un documental. Quiero decirme ‘estuve ahí’.
Y esa es la verdadera materia pendiente: hacer más que solo sobrevivir. VIVIR a plenitud lo que hay. Pedirle más y más a la vida. Sacudirme las expectativas y armar mi propia hoja de ruta, personal e intransferible. Mía. Ahora y con lo que tengo a mano.
Pienso que esas expectativas, si las cuantifico, me harían perder demasiado dinero en equipaje extra. Dinero que no tengo. Peso que no necesito.
Tengo que aprender a soltar. A viajar ligera. A desapegarme.