Las siguientes líneas tienen muy poco que ver con la intención de hacer una reseña sobre la reciente presentación de la cantautora mexicana Natalia Lafourcade, en la ciudad de Caracas, pero a la vez sí encuentra su génesis en el encuentro en tiempo presente de Natalia con Venezuela, el mismo país que le enseñó que con el charrasqueo del cuatro es posible cruzar todos los límites de la tierra.
Históricamente, la narrativa en torno a la intimidad ha estado vinculada a la vergüenza. Nombrar aquello que se habla en voz bajita, especialmente para nosotras las mujeres, trae siempre una importante carga de culpa, por tanto de miedo, porque lo que nos pasa es doméstico, anecdótico, sin trascendencia, pero la puesta sonora y en escena de esta Lafourcade que se expuso ante las más de 3.000 almas que se citaron en Concha Acústica de Bello Monte, el pasado 22 de agosto, vino a decirnos en voz alta lo importante que es identificar lo que nos sucede para nombrarlo y empezar a sanarlo.
RECUERDA QUE TÚ ERES LA MEDICINA
El concierto inicia con las palabras de la chamana mexicana María Sabina, con el poema ‘María La Curandera’ que, dicho por la propia Lafourcade,
“Es la adaptación de un texto que recibí en un momento en que lo necesitaba mucho. Ese texto me ayudó a recordar mi fuerza como mujer y la importancia de estar conectada a la tierra y a la naturaleza. De trabajar por conocerme mejor pues el autoconocimiento es poder e infinitas posibilidades”.
Este poema, que nos habla de una sabiduría primigenia se nos presenta para abrir la noche en la metafórica disposición de una falda de chifón y una cantautora que parece obviar el peso de sus 18 premios Grammy, entrando al escenario con los pies en la tierra, de donde nace todo lo que nos viene.
De todas las flores, es un disco que recuerda que lo que las mujeres tenemos para decir, trasciende los “asuntos de mujeres”, las “canciones de mujeres” – como si lo femenino se tratara de algo despectivo-, pues señala y dice en voz alta de qué se trata esta experiencia universal de ser humanas en este mundo, que nos invita a silenciar constantemente aquello que nos duele, aquello que nos mueve.
Como en el caso de Olds, Lafourcade, insiste en mostrarnos que la autoridad para decirnos qué escribir y que no, la tenemos nosotras, pues aquello que sentimos que solo nos involucra a nosotras, se amplifica cuando nos libramos (dejamos morir) la culpa, la vergüenza y alzamos el canto colectivo.
EL ÉXITO DE LO REAL
Para cualquier artista, cantar lo que le indiquen las tendencias podría garantizarles charts, views y cualquier otra métrica que se entienda como éxito, la Natalia que vimos en plena ceremonia de sanación y conexión preponderante, demuestra que la vida real, tiene poco que ver con esos números y todo que ver con ser honestas, principalmente con nosotras mismas y nuestra historia.
Esta presencia de Natalia nos invita a preguntarnos: ¿quién querría vivir una vida que no es la suya? Una vida en la que la máscara del “todo está bien” permanente ha terminado por eclipsar a la persona que lo viste.
Hay mucho de muerte en la vida, constantemente en nuestro proceso de sanación y crecimiento nos enfrentamos a pequeñas muertes rutinarias, como la luna que mengua para presentarnos la nueva y todo lo por venir.
Hacer silencio, no incomodar, dejar que otros indiquen si lo que tenemos por decir es importante o no, así como pararlizarnos ante el miedo, negarnos a hacer aquello que nos apasiona para hacer otras cosas con mayor valor. Negarnos al amor, a amar, a ser amadas, para no lastimar y lastimarnos es también dejar que las circunstancias nos maten un poco, pero la vida, esa que espera del otro lado nos recuerda que en nuestra propia voz está la medicina.